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#24 | JUNIO 2023 | Sumario

EntreLibros pregunta

...a Ana Viganó

Invitamos a Ana Viganó a que escribiera en torno a la pregunta sobre la relación entre autoficción, autobiografía y testimonios del pase. Con su entusiasmo y amor por el detalle nos ofreció la siguiente elaboración:

Ana Viganó es psicoanalista, Miembro de la Nueva Escuela Lacaniana (NEL) y de la AMP, reside en Ciudad de México. Máster en Psicoanálisis y Salud Mental (Universidad de León, España). Autora de: "El malestar en la cultura de Sigmund Freud. Comentario, preguntas y respuestas al texto" (Universidad Nacional Autónoma de México), compiladora de "(H)Etéreas. Las mujeres, lo femenino y su indecible" (GRAMA ediciones), de "El psicoanálisis en el siglo XXI" (NED ediciones), y de "Construcciones sobre lo imposible. Los casos clínicos en la orientación Lacaniana" (GRAMA ediciones) de próxima aparición. Dirige junto a Carolina Puchet Dutrénit el Taller de construcción de casos clínicos en psicoanálisis en la NEL cf-Ciudad de México, desde el año 2019

EntreLibros: ¿En qué punto un testimonio del pase no es una autoficción?

Ana Viganó: En efecto, la pregunta presupone una necesaria cercanía, una vecindad muy próxima entre testimonio y autoficción, al punto en que conviene detenerse a especificar sus cualidades tanto diferenciales como específicas. La autoficción es un género moderno y muy prolífico en el último tiempo, que pertenece al conjunto denominado autobiografía, misma que está a su vez íntimamente relacionada con otros géneros que conforman una especie de sistema de géneros afines como la biografía, las memorias, el diario íntimo, los epistolarios, las confesiones entre otros, de los que, sin embargo, es posible distinguirla. Se basa en el relato de los acontecimientos de la vida del autor en forma novelesca, desde una conjunción de equivalencia de la tríada clásica: autor, narrador y personaje principal. Despojada del ideal un discurso referencial, la autoficción se refiere a los efectos discursivos que resultan del lenguaje utilizado en la vida y sus acontecimientos cuyos efectos estilísticos generan efectos de verdad, más allá incluso de su veracidad. El factor ficcional surge en el intento de organizar la historia de esos efectos discursivos de la vida según una lógica causal que no era percibida como tal por el autor-protagonista en el momento mismo de los acontecimientos. Por esa misma razón, la causalidad puede considerarse una lógica agregada por el proceso narrativo, pero que se vuelve necesaria y anterior, lógicamente hablando, al mismo.

Los comentadores suelen agrupar este sistema de géneros bajo la rúbrica general de "género autobiográfico" aunque otros prefieren incluirlos en la aún más genérica pero sugestiva categoría denominada "escrituras del yo". Hay en su origen unas coordenadas muy generales que nos sirven para situar su surgimiento y función: "El núcleo constitutivo del género implica el esfuerzo individual e intelectual que por eficacia propia tiene un carácter paradigmático. Un carácter paradigmático que adquiere la forma narrativa, a veces, y esta narración implica el relato de una experiencia personal, intelectual o moral de un itinerario donde el autor ha llegado a un nuevo saber"[1] Se trata de la cuestión de un nuevo saber y el intento de transmitir una salida encontrada ante una crisis, vía la narración autobiográfica, que de esta manera no queda reducida a una autointerpretación, sino que es presentada como un modelo. Esto es evidentemente interesante para pensar los testimonios como género, en tanto modo narrativo que centra a su vez la cuestión en la transmisión de una verdad que como tal pueda constituirse en un paradigma de enseñanza, y que proviene a su vez del linaje narrativo de la confesión. Podemos ya ir perfilando un cierto límite de la comparación y su diferencia con la práctica del testimonio en el psicoanálisis, ya que éste no presentaría en su transmisión la vía de una verdad como privilegio de un modelo de totalidad y virtud. Por otra parte Philippe Lejeune sitúa la confesión en el centro mismo del dominio autobiográfico junto con el secreto y la búsqueda de los orígenes, matices que vuelven a emparentar puntos comunes que exigen nuevas precisiones.

El propio Jacques-Alain Miller sitúa que "lo que más se parece a la autobiografía es la operación llamada el pase, cuando el sujeto, una vez que ha resuelto que su análisis está acabado, se considera en condiciones de dar cuenta ¿de que? -no tanto de la historia de su vida como del curso de ese análisis."[2] Con esto, se adentra en la consideración de textos o partes de ellos que pudieran ubicarse como autobiográficos de Freud y de Lacan, para preguntarse si es por esa vía que pudiera deslizarse la pretensión de volver a sus protagonistas ejemplos o modelos, generando así una posible cascada de fenómenos identificatorios. Ni ejemplar ni contra-ejemplar, ni modelo. Lo que Miller destaca es su función de caso excepcional, como paradigma, aquel que desde su singularidad no responde a ninguna regla general. "Un paradigma no quiere decir que todos los casos sean parecidos, o que se esfuercen en serlo: entiendo por un paradigma un caso diferente de todos los demás, pero que los aclara, por su diferencia misma."[3]

El pase como propuesta cúlmine del modo en que Lacan establece su desacuerdo con las concepciones sobre el final de análisis y la formación de los analistas vigente en el movimiento psicoanalítico después de la muerte de Freud, descentra la perspectiva didáctica o pedagógica de enseñanza-aprendizaje que podría darse de analista a analista, para centrarse en el final del tratamiento analítico como experiencia, en forma de solución que se extrae como conclusión de un recorrido cuya brújula lleva al ser hablante a confrontarse con la experiencia de lo real. Experiencia que se sostiene en la materialidad de la palabra y del lenguaje, y que hace emerger el problema de las relaciones entre verdad y saber. Freud sitúa su compromiso como "amor por la verdad" y es el amor a la verdad el que hace que el trabajo analítico del inconsciente, bajo transferencia, pueda confundirse con la búsqueda de la verdad e incluso con la regla fundamental, como decir toda la verdad. Sin embargo, es Lacan quien despeja en su enseñanza que la búsqueda de la verdad tropieza con aquello que se impone como experiencia de lo real. La invención del pase conjuga este meollo analítico y apunta a su resolución considerando que la presencia de lo ficcional -de lo que tiene relación con el semblante-, debe mantener un lazo inevitable con la experiencia de lo real, que aparece como imposibilidad de decir toda la verdad sobre el goce, que se presenta siempre con los vestidos de las llamadas verdades mentirosas. Dicho de otro modo, la "verdad" -si así podemos llamarla-, del final del análisis no es deducible de los hechos de la biografía, lo cual empuja el pase a la ficción, a condición de precisar que la ficción por sí sola no es capaz de deshacer la opacidad de lo real, que habrá que escribir, entonces, de otro modo. Mientras que la autoficción tiende a velar esa opacidad, la experiencia de lo real en la solución final del sujeto en su análisis, y en el pase, puede escribirse por sus márgenes y sus bordes, formas que se vuelven paradójicamente centrales en la escritura de un testimonio analítico. Una experiencia de la que no se tiene dominio, por lo cual el caso por caso se vuelve necesario a condición de que ninguno constituye una última palabra, más allá de su perspectiva final singular.

Si el análisis tiene por efecto dirigir a un sujeto a los puntos en que algunos encuentros con la materialidad de la palabra tuvieron para él el valor de producir una nueva causalidad, el testimonio escribe sobre esos impactos y sus junturas sin olvidar la dimensión de agujero que las constituye como tales, de modo que se encuentre allí lo que Francis Ponge ubica como necesidad de una palabra en estado naciente, es decir aquella que revela no tanto una verdad sino una causa, la causa misma del decir.

NOTAS

  1. Rousseau, J.: Las Confesiones, Introducción de J. del Agua, Selecciones Austral, Espasa-Calpe SA, Madrid, 1979.
  2. Miller, J.-A., Vida de Lacan, Buenos Aires, Grama Ediciones, 2011, p. 20.
  3. Ibíd, p. 30-31.