#26

Figura de un saber supuesto

A propósito de las Bibliotecas del Campo Freudiano

Adriana Testa

"¡Sin local, pero con biblioteca!"
Judith Miller, Colofón 7, junio de 1993

El texto de la invitación que recibí para escribir en este número de entrelibros, proyecta el significante "nuevas bibliotecas" al plantear un momento fecundo para su creación. Encuentro en este planteo un marco propicio para escribir estas líneas.

Es propiciatorio porque abre un nuevo horizonte, el mismo que vislumbramos desde el giro de timón que indica la política de aggiornamento de las Escuelas. Un giro que impulsó una revisión y puesta al día de todos sus dispositivos y que envuelve, sincrónicamente en su núcleo, otro trazado, la "política juventud".

¿Cómo sostener la perspectiva de la creación de "nuevas bibliotecas" en un momento de inflexión como el que estamos viviendo en cada una de las Escuelas?

Esta pregunta conlleva otra: ¿qué lugar de inscripción y alcance tendrán esas nuevas bibliotecas ligadas a las Delegaciones, Antenas y Círculos de Carteles de la EOL?

Son dos preguntas necesarias. No se pueden pasar por alto precisamente porque no son ajenas al tiempo que hemos definido como un tiempo de inflexión. Por otro lado, creo que la segunda traza las coordenadas que pueden dar un punto de apoyo a la perspectiva que oriente la creación propuesta.

El lugar de inscripción no puede ser otro que el de la Escuela de la Orientación Lacaniana, sea Delegación, Antena o Círculo de Carteles. Es el lugar próximo de pertenencia inmediata, que la liga a un principio ético, que no puede ser otro que el que Judith Miller enunció alrededor del año 2003: la biblioteca es el eslabón práctico de la acción lacaniana en cada Escuela. Fue en consonancia con la enseñanza de Jacques-Alain Miller en su curso Un esfuerzo de poesía[1], sobre lo que definió como "acción lacaniana".

Diez años antes, siguiendo el impulso de un deseo tenaz y comprometido con la propagación de su propia creación: la Federación Internacional de Bibliotecas del Campo Freudiano, enunció, con un tono épico y vibrante, otro principio de acción: "¡sin local, pero con biblioteca! (léase en el epígrafe). Año 1993. A poco de andar la hoy llamada FIBOL.

La simpatía de su arrojo, que no pudimos dejar de incluir a la hora de componer con documentos y testimonios, el número extraordinario que dedicamos a Judith Miller, bajo el título, "Judith Miller y las Bibliotecas del Campo Freudiano"[2], indica, efectivamente, una política a seguir con las bibliotecas de psicoanálisis de la Orientación Lacaniana.

Intentemos parafrasear esa política: es así, sin contar necesariamente con un lugar físico, podemos definir el alcance de una biblioteca de psicoanálisis. No la define la elección de un local, sino el deseo de extender la lectura de nuestros libros primordiales, los fundantes, los libros de Sigmund Freud y Jacques Lacan en tantas lenguas como las hagan posibles sus respectivas traducciones, y los libros que los acompañan desde las múltiples referencias de uno y otro autor.

En unos anaqueles, ubicados donde sea posible, sin descuidar la dignidad del lugar, Judith Miller proponía seguir el orden de un catálogo exhaustivo, básico y bien acotado, como nivel cero de un aparato al que hay que poner en movimiento bajo la condición certera de dar vida a los libros recopilados, a partir de sus lectores. Sólo las lecturas diversas, regulares, comentadas, transmitidas por distintas vías, en conversación con otros, pueden sacar a los libros del letargo de la "memoria vegetal" que los habita. Así nombra Umberto Eco "esa porción material -dice él- cifrada en los libros cuyo hábitat natural son las bibliotecas, tanto las públicas como las personales". Las resonancias de un "murmullo artificial de los libros"[3] (así lo nombra Eco) es un efecto concomitante, diferente a las lecturas, pero inherente a ellas.

La idea de una memoria vegetal inscripta en la trama vegetal de un papel es virtuosa porque resalta el atributo tangible del objeto, propio de un libro que se ofrece al lector; y es virtuosa también porque resalta, notablemente en el contexto actual, el agalma que hace del libro un objeto de culto (un objeto que envuelve en su interior una memoria cifrada).

¿Por qué decimos notablemente en el contexto actual? Simplemente porque el avance vertiginoso de las tecnologías informáticas posibilita un soporte con otro alcance de difusión, otro acceso en lapsos de tiempos diferentes y costos también diferentes. Eco[4], desde una mirada crítica, pone en duda cuánto tiempo sobrevivirán los formatos electrónicos. Y, destaca, con ironía, que hoy tenemos libros hechos hace 500 años que parecen recién impresos.

Desde nuestro punto de mira, esta percepción de los libros, "cuyo hábitat natural son las bibliotecas" ("símbolo y realidad de una memoria universal", dice el semiólogo) afecta consecuentemente el estatuto de ese hábitat.

Hemos planteado dos principios con relación a una biblioteca de psicoanálisis. Por un lado, ¡Sin local, pero con biblioteca! Basta con reunir un catálogo bien definido y los lectores que los hagan hablar para investir ese hábitat como figura de un saber supuesto, tal como lo enuncia el título. A condición de generar una transferencia de trabajo que ponga en circulación un saber que supone un sujeto. Precisamente, el principio ético que define la biblioteca como el eslabón práctico de la acción lacaniana es el eslabón que transforma ese saber supuesto en un saber expuesto.

"La cuestión que se plantea es saber qué es lo que, al lado del acto psicoanalítico -tal como fue definido por Lacan-, puede situarse como acción psicoanalítica o incluso como acción lacaniana -me atrevo a decirlo- para dar a ese acto psicoanalítico las consecuencias que puede tener en la sociedad"[5].

Así introduce y define Jacques-Alain Miller, una acción que sitúa al lado del acto psicoanalítico. Ahora bien, no podemos pasar por alto que al mismo tiempo se pregunta ¿qué es la sociedad?; revisa, a la luz de esta pregunta, el discurso del amo, el del capitalismo y el estatuto de la democracia S (A/).

¿Qué es la acción lacaniana? Es una pregunta que hay que mantener abierta para advertir, cada vez, desde dónde la respondemos. Ese aparatito que transforma por obra y gracia de los lectores un saber supuesto en saber expuesto es la puesta a prueba que ponemos en movimiento cada vez que organizamos un programa, actividades, y lecturas en una biblioteca.

Adriana Testa

NOTAS

  1. Miller, J.-A., (2002-2003), Un esfuerzo de poesía, Buenos Aires, Paidós, 2016.
  2. Miller, J., (1993), "Judith Miller y las Bibliotecas del Campo Freudiano", Revista Colofón, 7, Número extraordinario, op. cit.
  3. Eco, U., Recuperado en: https://www.revistamercurio.es/2023/09/25/umberto-eco-la-biblioteca-del-mundo/
  4. Eco, U., Recuperado en: La biblioteca del mundo: https://www.dailymotion.com/video/x8msrdr
  5. Miller, J.-A., (2003-2003), Un esfuerzo de poesía, op. cit., p.171.