#26

Un libro insólito en mi biblioteca

Un paseo por mis orígenes

Oscar Zack

De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación
Jorge Luis Borges [1]

Hace unos días encuentro en mi casilla de correo un mail, enviado por Ivana Bristiel, donde me invitan a escribir una contribución para la sección "El insólito en mi biblioteca" bajo una consigna por demás orientadora: "Cuál es el libro insólito de tu biblioteca? Ese que desentona, destaca. ¿Qué hace allí?".

De más está decir que la propuesta no solo me pareció muy original y divertida sino que también precipitó, libro insólito mediante, un reencuentro con algunos aspectos de la rama paterna de mi historia familiar.

Su existencia en mi biblioteca también es consecuencia de una contingencia insólita. Hace algunos años, no recuerdo con exactitud, pero alrededor de 20 años por decir algo, me encontraba conversando con mi amigo Ricardo Seldes y en algún momento él, sabiendo que mi padre había nacido en un pueblo pequeño, Rivera, me comenta que en su biblioteca hay un libro de Gregorio Verbitsky. Él no tenía idea de cómo llegó allí, pero se titula precisamente Rivera. Afán de medio siglo[2]. Este pueblo fue una de las colonias judías fundadas por el Baron Hirsch, en la provincia de Buenos Aires limítrofe con La Pampa.

Ricardo me lo regala, ya que suponía que para mí tendría una significación relevante. Y no se equivocaba.

Pocos días después, ese ejemplar estaba en mis manos y también en mi biblioteca.

Ahora bien, ese libro insólito (del que mi padre, que en ese entonces vivía, desconocía su existencia) fue una especie de portal hacia una historia ignorada acerca de los orígenes de mis abuelos paternos, y también de mi padre. Fue y es una suerte de espejo que me posibilitó y posibilita mirar en esas historias que lo atraviesan algunos límites del tiempo transcurrido.

El hecho de que haya llegado a mí de ese modo parece un acto del destino, un encuentro predestinado que me invitó a explorar las zonas menos transitadas de mi curiosidad e intereses habituales. En él encontré respuestas a preguntas que ignoraba que tenía.

Esta exploración me permitió curiosear e imaginar acerca de la vida de esos colonos llenos de ilusiones que escapaban de la hambruna, de los pogroms y de las persecuciones que padecían los judíos aun antes de la primera guerra mundial. Aquellas familias judías supieron que "habían llegado a buen puerto. Que podían echar raíces sin temor en la tierra porque allí los retoños iban a crecer sin que malos vientos los desgajaran"[3].

Fueron, como muchos otros inmigrantes, mujeres y hombres con una valentía destacable.

Fueron, así lo creo, héroes de su época.

Ahora bien, aquí no concluye la dimensión insólita que este libro aloja para mí.

Para orientar este nuevo sesgo de mi relato voy a guiarme una vez más por la brújula borgeana, aquella que señala que, en ocasiones, los encuentros azarosos, contingentes, suelen desafiar la racionalidad.

Así nos estimula a imaginar que, a partir de considerar al universo como un espacio caótico, podemos conjeturar que aquellos encuentros significativos son, en ocasiones, inevitables.

No ignoro el sesgo cuasi místico que poseen estas palabras.

¿Por qué digo esto?

En las hojas de nuestro libro, plagadas de historias conmovedoras y épicas, encontré una que tiene para mí un agregado impactante.

Se trata del relato adjudicado a un habitante del pueblo que no pertenecía a la corriente inmigratoria. Es de suponer que no era judío.

La leyenda cuenta una anécdota referida a la generosidad y solidaridad de este gaucho, que no escatimó esfuerzos para que, en una ocasión, y luego de haber transitado muchas leguas en ese día, realizara una inmensa travesía a caballo para buscar al médico del pueblo situado "a cinco leguas de allí" para asistir a un enfermo.

Se preguntarán qué tiene de insólito esto.

Pues bien, el gaucho en cuestión se llamaba Recalde.

Oscar Zack

NOTAS

  1. Borges, J.L., Borges Oral, Buenos Aires, Emecé, 1996, p.195.
  2. Verbitsky G., Rivera. Afán de medio siglo, Comisión del Cincuentenario de Rivera y sus Colonias, 1955.
  3. Verbitsky G., Rivera. Afán de medio siglo, op. cit., p. 47.