Una biblioteca: EOL, Delegación Salta
¿Qué es lo singular de nuestra biblioteca? O más bien ¿cuál será nuestro rasgo, de aquí en adelante? Son las preguntas que hacen de pretil a estas puntuaciones. Nos encontramos en un punto de largada, de inicio. El acontecimiento del nacimiento de una Delegación en Salta nos invitó al movimiento fulgurante del lanzamiento.
Como Freud señala en: "Sobre la iniciación del tratamiento"[1], haciendo referencia al juego del ajedrez, lo que mejor se puede calcular en una partida son los inicios y los finales, en el medio ocurren cosas "imprevistas", pero un punto central a tener en cuenta es el movimiento inicial. Desde esta perspectiva podemos situar que en Salta elegimos como primera actividad la conversación sobre un libro: Los psicoanalistas y el deseo de enseñar[2], de Graciela Brodsky, autora que se hizo presente en nuestra recién habitada sede, como una visitante muy cercana, muy familiar, dado que su discurso nos es afín y nos ha causado antes. Esto ubica una elección primera: interrogarnos por la relación de una Biblioteca con la enseñanza en psicoanálisis y ubicar la transferencia en los comienzos de lo que se hace en ella.
Por otra parte, una Biblioteca de la EOL tiene sus notas distintivas. Se ubica en la articulación entre la relación más íntima entre cada uno y un libro, aquel que cada cual escoge, le resuena, le provoca sustraerlo de su descanso en los anaqueles para tornarlo palabra viva. Pero también, una Biblioteca es un lugar para otras relaciones, menos de a dos, más de lo múltiple. Un lugar, como lo menciona Jacques-Alain Miller en El lugar y el lazo[3], que convoca a la conversación, en el que pueden coexistir varios de manera pacífica, un lugar que puede causar a que vengan otros. Allí radica la importancia de las actividades que se gestan con los demás para dar curso a la conversación.
En la Biblioteca se conjuga el Otro de otros tiempos, aquel que ha dado marco a esos libros escritos que resguarda en el corazón de su funcionamiento y también el Otro actual, las preguntas que los analistas se hacen y cuyas respuestas van a inventar junto a otro cuerpo, el del libro. Como señala Karin Littau "La relación del lector con un libro también es una relación entre dos cuerpos: uno hecho de papel y tinta; el otro hecho de carne y hueso. En otras palabras, el libro tiene un cuerpo, lo que se hace evidente en expresiones tales como notas al pie y encabezamientos, pero también lo tiene el lector"[4]. Es entonces ese cuerpo el que se compromete en la lectura, el cuerpo se afecta, los vellos se erizan, la respiración se entrecorta y resulta inevitable pensar que existe una relación punzante entre la lectura y el cuerpo.
De modo que nuestra manera de pensar una Biblioteca implica la lógica de tensión entre Uno y múltiple, entre el libro como cuerpo material y su relación con el cuerpo afectado del lector, como bastión y causa del encuentro con la escritura para dar lugar a lo nuevo, para sostener la llama viva que es propicio se alimente en cada lugar donde los libros habitan.
No es la Biblioteca de Babel de Borges, aquella en la que tantos se extravían en la búsqueda del catálogo de todos los catálogos, pero busca resguardar el sello de su autor, un Borges que descifra las letras con la vista que le queda -como señala Piglia[5]- la que podría ser la imagen del último lector. Esperamos, sin embargo, que el último lector tarde en llegar.
NOTAS
- Freud, S., (1913), "Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis)", Obras completas, vol 12, Buenos Aires, Amorrortu, 1993.
- Brodsky, G, Los psicoanalistas y el deseo de enseñar, Buenos Aires, Grama, 2023.
- Miller, J.-A., (2000-2001), El lugar y el lazo, Buenos Aires, Paidós, 2013.
- Littau, K., Teorías de la lectura. Libros, cuerpos y bibliomanía, Buenos Aires, Manantial, 2008, p. 18.
- Piglia, R. (2005), El último lector, Buenos Aires, Anagrama, 2023.